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5 mayo 2010 3 05 /05 /mayo /2010 18:22

      Faltaba poco para  la cena cuando Balduino volvió a Vindsborg, lleno de emociones disímiles y entreveradas. No tenía hambre; de modo que, tras encerrar a Svartwulk en la caballeriza junto a Slav, permaneció allí, cepillando a su caballo en la oscuridad luego de deshacerse él mismo de los restos de nieve que quedaban en sus cabellos y su ropa. Pese a algunos de los pensamientos que revoloteaban por su mente como aves de mal agüero, se sentía feliz.

 

      La puerta de la caballeriza se abrió y entró Lambert, precedido por la antorcha que sostenía en su diestra.

 

      -Ah, señor Cabellos de Fuego... Oímos ruidos, y Thorvald me envió a cerciorarme de que fueras tú que habías vuelto. Ya me voy-dijo, entre involuntarios guiños de ojo izquierdo violáceo; e iba a salir, cuando algo en Balduino atrajo su atención, y avanzó hacia él, con cara de susto y perplejidad-. Mi madre-murmuró-. Si ya comenzáis así, cómo será cuando estéis casados...

 

      Balduino, un tanto molesto, miró al desgreñado anciano, cuyo semblante preocupado era todo un vaticinio de matrimonio concluido en cuarenta puñaladas, y se llevó la mano a la herida en la cabeza, que había olvidado.

 

      -No duele mucho-protestó-. No duele nada-rectificó.

 

      -Esa sí que es una suerte negra-repuso Lambert-. Con el amor embotándote los sentidos, si ni esa herida profunda como un valle puedes notar, serás capaz de cualquier estupidez, sin que lo adviertas hasta que sea demasiado tarde...

 

      Tras estas poco alentadoras palabras, Lambert volvió sobre sus pasos y salió.

 

      Siempre el mismo aguafiestas, pensó Balduino, mandando de paseo los nefastos presagios del viejo.

 

      No pudo, sin embargo, evitar preguntarse cómo algunos hogares llegaban a transformarse en escenarios de historias de pesadilla, espeluznantes y truculentas. Gudrun matando a su padre a hachazos; Lambert asesinando a puñaladas a su esposa Helga. ¿Qué hacía que la gente enloqueciera de odio, al punto de olvidar todo lazo de sangre o promesa de amor eterno?

 

      Reflexionó que Gudrun había matado a su padre, no por odio después de todo, sino sólo para evitar que aquél asesinara a golpes a su madre, lo que también sonaba demencial. ¿Por qué el difunto Heimrik había sido tan violento con su esposa? Y esta última, ¿por qué se había casado con él, conociéndolo tan feroz? ¿Había Heimrik ocultado su naturaleza violenta hasta después de la boda, o su mujer se había negado a verla hasta que fue demasiado tarde?

 

      Todavía meditaba sobre aquellas cuestiones, cuando de nuevo entró alguien en la caballeriza. Era Thorvald.

 

      ¿Todo bien, muchacho?-preguntó; y antes de que Balduino pudiese responder, añadió:-. El pichón nos habló del accidente. Tengo que admitir que me tenías un poco preocupado, ya que no regresaste a tiempo para la guardia, cosa que no es costumbre en ti.

 

      Balduino se agarró la cabeza, espantado de su memoria.

 

      -Mi guardia...-murmuró, turbado-. Lo siento, la olvidé por completo. ¿Quién me reemplazó?

 

      -Ursula. A ella le tocaba más tarde; de manera que, a menos que no estés en condiciones...

 

     -La sustituiré esta noche, descuida-interrumpió Balduino.

 

      -Perfecto. Puedes venir a cenar.

 

      -No tengo hambre, gracias.

 

      -Con una guardia por delante, deberías pensarlo bien antes de quedar en ayunas, aun con un cocinero como Varg-observó Thorvald-. Pero si ésa es tu decisión...-y enfiló hacia la puerta.

 

      -¡Thorvald!-exclamó Balduino, cuando el viejo se disponía a salir.

 

      -Sí, muchacho, dime...-contestó Thorvald, volviéndose a mirarlo.

 

      El hielo en los ojos azules del coloso pareció congelar en la lengua la pregunta que Balduino quería formularle y que no sabía cómo plantear. ¿Sabías, Thorvald, que Gudrun mató a su padre a hachazos?... No, ciertamente no era el modo de encarar el asunto, pero es que no había ninguno adecuado, por más que, según Gudrun, Thorvald casi seguramente supiera del asunto. Esto último a Balduino le venía como anillo al dedo, porque necesitaba conversar de eso con alguien; pero, ¿y si Gudrun se equivocaba? Y además, ¿cómo se aborda un tema chocante como ése? Caso de no estar enterado, ¿cuál sería la reacción de Thorvald cuando Balduino se lo dijera? Sin duda sería comprensivo con la joven, dada la brutalidad del difunto padre de ésta, Heimrik. Quien no se salvaría de una agria reprimenda y tal vez de un coscorrón como para que el hondazo de Gudrun pareciese una caricia, sería el propio Balduino: ¿Qué eres, un Caballero o una vieja chusma? Como te sorprenda de nuevo ventilando secretos ajenos, te parto el culo a patadas, sobre todo tratándose de secretos como éste.

 

      -Bueno, muchacho, estoy esperando.

 

      -El pozo de Gudrun se secó-dijo Balduino, turbado-. He pensado que, en algún momento, podríamos excavarle otro. Iríamos Kurt, Karl, tú y yo.

 

      En el semblante de Thorvald hubo un pestañeo mínimo pero ningún gesto de extrañeza, como tampoco pregunta alguna acerca de las razones de tan extraña elección. ¿Por qué Karl y él, viejos y mancos, y no Anders, mucho más joven y vigoroso?

 

      -Desde luego, muchacho. Puedes contar conmigo y con Karl. ¿Alguna otra cosa?

 

        Balduino estuvo seguro en ese momento de que Thorvald sí sabía algo.

 

       -No, eso es todo, Thorvald, gracias.

 

      El viejo gigante hizo una inclinación de cabeza, más deferente de lo habitual según creyó Balduino, y se retiró. El pelirrojo sonrió, satisfecho de su propia discreción, como si acabara de sortear una prueba que le permitiría ganarse a Gudrun. Le había costado reprimirse, aun cuando, por formar parte de la Orden del Viento Negro, estaba habituado a guardar secretos.

 

       Volvió a meditar sobre los asuntos que tanto absorbían su atención antes de que entrase Thorvald. El amor parecía apasionar a hombres y mujeres por igual; y no obstante, allí estaban las espeluznantes "historias de amor" de los padres de Gudrun o de Lambert y Helga. Golpes, cuchillazos, hachazos...

 

      No podía decirse que los padres de Balduino se llevaran mal, pero en su vida había visto él matrimonio más aburrido que ése. Ella pasaba sus días bordando y sirviendo como figurita decorativa y protocolar en ceremonias. El se ocupaba de intrigas políticas, deportes y eventualmente y si no quedaba más remedio, de gobernar a su pueblo. Tal vez en tal historia de amor un par de hachazos no habrían estado de más para aportar cuando menos algo de emoción a falta de otra más edificante.

 

      Después, por supuesto, estaban las clásicas historias de amor de héroes rescatando doncellas de las garras de temibles monstruos o de villanos siniestros. Pero esas historias nunca iban mucho más allá de la proeza del héroe y de la doncella entregando su amor al valiente paladín. ¿Cómo continuaban después esos relatos? Sin duda, héroe y doncella se casaban e iban a vivir a un soberbio castillo. ¿Y luego?... Ella dedicó el resto de sus días a bordar, y él los suyos a intrigas políticas, deportes y eventualmente y no quedándole más remedio, a gobernar a su pueblo. Y vivieron aburridos para siempre... ¿Cómo algo que empezaba con tanta pasión y romance podía continuar de manera tan tediosa o, con suerte (?) en cuchillazos y hachazos?

 

      Una vez más, alguien vino, antorcha en mano, a interrumpir sus reflexiones. Esta vez era Karl.

 

      -¿Todo bien, señor Cabellos de Fuego?

 

      Era extraño que viniera sólo a preguntar eso. Tal vez fuera un pretexto, o tal vez la herida causada por el hondazo tenía peor aspecto del que Balduino imaginaba, y todos estaban preocupados.

 

      -Todo bien-contestó el pelirrojo-. Karl...-llamó, cuando el anciano se disponía a salir de nuevo-. Quisiera pedirte una opinión sobre cierto tema...

 

      ¿Y por qué no, después de todo? Balduino ignoraba hasta dónde llegaban las experiencias de Karl en tal sentido, pero sí sabía que en el fondo era un romántico sensiblero que suspiraba a la vista de una pareja de enamorados. Así que, omitiendo las referencias a hachazos o a cualquier otra cosa que pudiera comprometer a Gudrun, lo hizo su confidente ocasional, y le confió sus dudas respecto a por qué terminaba el amor.

 

      -Bueno, señor Cabellos de Fuego, tal vez no sea yo un experto en ese tema-respondió Karl-; pero la belleza física es pasajera, de modo que hay que tener abiertos los ojos del corazón. Dentro de cada mujer siempre hay una doncella en peligro, y los monstruos que la acosan se llaman rutina, tedio, frustración, entre otros. Y dentro de cada hombre siempre hay un héroe potencial llamado a rescatar a la doncella. Lo que no significa que acuda, o que luego la doncella lo recompense debidamente. Si estas cosas suceden... pues...

 

       Y Karl no concluyó la frase, pero sus ademanes compungidos fueron más que elocuentes.

 

      -Es curioso-murmuró Balduino-. Recién ahora se me ocurre que algún día yo también envejeceré y tendré barriga y me faltarán dientes, y seré aún más feo de lo que soy ahora...

 

       -A vuestra edad se tiende a actuar como si la juventud, la propia al menos,  fuese a durar para siempre.

 

       -Me pregunto cuán duro será envejecer...

 

       -A qué mentiros, señor Cabellos de Fuego, a veces lo es, cuando uno siente achaques y nostalgias o sufre desdén por parte de los jóvenes. Pero nada es grave si se ha sido lo suficientemente sabio para vivir bien e intensamente.

 

      -Con eso de los achaques no pareces tener problemas. Eres saludable y vigoroso aún-dijo Balduino con sinceridad..

 

      -¡No creáis, señor Cabellos de Fuego, no creáis!...-contestó Karl, riendo-. A los veinte años uno se siente robusto e indómito como un potro salvaje; a mi edad, más bien como ese jamelgo que arrastra de la carreta de Thom. Pero se sigue adelante. La verdad, la mayor parte del tiempo uno olvida la edad que tiene, está demasiado ocupado haciendo otras cosas. Eso de lamentarse por la vejez es para quienes están demasiado ociosos. Deberían hacer algo útil en vez de lamentarse como plañideras.

 

       -Bueno, gracias, Karl-dijo Balduino; y el anciano hizo un saludo amable, y se retiró.

 

      Los pensamientos de Balduino habían tomado otro rumbo. ¿Qué ocurriría cuando Gudrun estuviera vieja y arrugada? ¿La seguiría amando tanto como ahora que era joven y hermosa? No me pareció tan linda cuando la vi por primera vez, reflexionó.

 

      Quizás, llegado a viejo, prefiriera mujeres más jóvenes. Recordó espantado cuán ridículos se veían los hombres mayores tratando de galantear a muchachas, como si la brecha de la edad nada significara. Normalmente trataban de reforzar sus ya minadas o inexistentes dotes de seducción con algún plus como el honor de la Caballería o, mejor aún, los deslumbrantes resplandores de la riqueza. Eran, por lo tanto, gente con cierto poder, y por lo general muy malos perdedores cuando la elegida los rechazaba en beneficio de un hombre mucho más joven y apuesto. Corrían no pocas historias macabras acerca de muchachos asesinados por rivales cuya posición o fortuna les garantizaba impunidad, y de muchachas que a menudo perdían el juicio al ver las cabezas de sus amantes vengativamente exhibidas en lo alto de las picas en la plaza pública por orden de cortejantes poderosos y desdeñados.

 

      Balduino sabía que él nunca sería capaz de caer tan bajo. En algún momento de su adolescencia, la apostura de otros muchachos lo había herido, pero prefirió ignorarla en la medida de lo posible. Eventuales desquites contra aquellos agraciados jóvenes no le hubieran contagiado la apostura de éstos, y en cambio habrían vuelto más patente su propia fealdad. Si de verdad quería hacerles sombra, más le valía recurrir a otros métodos, como el de mantener su honor sin tacha. En ese aspecto había resultado más exitoso, aunque no sabía cuánto. ¿Lo bastante para ser fiel a Gudrun cuando ningún otro hombre en su lugar estuviera dispuesto a serlo? Pero eso dependía del amor. ¿Cómo se hacía para manejar un sentimiento?

 

       El desfile de visitantes en la caballeriza parecía no tener fin. La puerta se abrió nuevamente y quien entró esta vez, provisto de una antorcha como los anteriores, fue Anders.

 

      -Bueno, Balduino, tienes que contármelo todo, ¿eh?

 

       Un pequeño demonio invisible pareció llegar volando y aterrizar en el hombro de Balduino. Por supuesto que le tienes que contar todo-le susurró pérfidamente al oído-. ¿Es o no es tu mejor amigo? Y si lo es, no puedes tener secretos para él, ni aunque se trate del parricidio de tu novia.

 

      -Pero, ¿qué quieres que te cuente?-pregunto Balduino-. No hay qué contar.

 

      -No te hagas el inocente-contestó Anders, sonriendo con picardía-. No sé si fui muy cándido o muy estúpido al tratar de darte consejos como si fueras un mosca muerta: Quédate acostado, Balduino, las mujeres se ponen mimosas cuando deben cuidar de un hombre herido...  A ver si me entiendes: Kurt y yo, para cerciorarnos de que estuvieras bien, cuando te demoraste en regresar fuimos en tu búsqueda y... Hum... te vimos muy abrazadito a tu Gudrun-dio un codazo a Balduino-. ¿Cómo lo lograste, bribón, eh?

 

       -Anders-dijo Balduino-, no era lo que parecía...

 

      -Oh, ¡seguro que no!... ¡Me imagino!-se burló Anders, asestando (mala costumbre que había adquirido últimamente) un nuevo codazo en las costillas del pelirrojo-. Kurt y yo nos lo imaginamos todo, me figuro.

 

      Tienes que contarle lo que de verdad pasó, insistió el demonio encaramado en el hombro de Balduino.

 

      -Gudrun necesitaba consuelo y se lo ofrecí, nada más.

 

      -Sí, bueno, pero seguro que después no dejaste desaprovechada la oportunidad, ¿eh?

 

      Anders era para Balduino como un hermano, pero en ese momento también era una de las últimas personas a las que hubiera deseado ver. Entre él y el demoniete encaramado sobre el hombro, estaban sacándolo de sus casillas.

 

      -Vamos, bribón: cuenta, cuenta...

 

      -Anders, ¡para de una vez de demolerme el esqueleto a codazos!

 

      -Balduino-Anders puso cara de haber probado vinagre creyendo degustar vino-: no me dirás que llegado a ese punto, con las cosas tan calientes entre Gudrun y tú, no seguiste avanzando... ¿o sí?

 

      -Eso mismito es lo que digo-respondió secamente el pelirojo.

 

      Con una desolada expresión en sus ojazos verdes, Anders exhaló un cansado suspiro.

 

      -No puedo creerlo-dijo quejosamente-. No sé cómo ese magnífico garañón que montas no ha desteñido de vergüenza en todos estos años con el amo que tiene... ¿Por qué eres tan lerdo, Balduino? ¿Sabes al menos para qué sirven esos atributos de que Dios te proveyó en la entrepierna? ¿Seguro que lo sabes?

 

      -Anders, me estás impacientando-gruñó Balduino, mientras el diablete sobre su hombro lo aguijoneaba con su tridente para que repitiera la confesión de Gudrun-. No todo pasa por lo físico; no puede, no debe pasar por lo físico. Aprovechar el momento de debilidad de una mujer para fines propios es despreciable.

 

      -¿Fines propios?-exclamó Anders-. ¿Tú que crees que ella deseaba?... ¡Magnifica sus problemas para aparentarse desvalida y así seducirte! ¡Eres demasiado cortés: lo que ella busca justamente es un semental que la haga gemir como a una ramera!

 

        -Anders...-masculló Balduino, furioso. Ahora sí que Anders estaba extralimitándose.

 

      -Balduino, quedamos en que el entendido en estas cuestiones soy yo. Tu Gudrun no deja de ser una hembra, digas lo que digas; eso significa que tienes que portarte como un macho, y por lo tanto...

 

        No pudo terminar de hablar. Balduino veía todo rojo; el demoniete que hasta ese momento susurraba perfidias encaramado sobre su hombro debió huir despavorido en ese momento, ya que  no hubo más noticias de él. En cuanto a Anders, se sorprendió al verse alzado en vilo por la ropa por el brazo potente de Balduino, cuyo rostro era la viva imagen de la cólera. Parecía muy deseoso de romperle la cara a golpes.

 

       -Si le vuelves a faltar el respeto...

 

      -Calma, ¡calma!-dijo Anders, conciliador. Por su integridad física, más le valía serlo, por otra parte-. No era mi intención faltarle el respeto a ella ni hacerte rabiar a ti, ¿de acuerdo? Tal vez me propasé, sí. Disculpa.

 

      Balduino resopló furiosamente, pero soltó a Anders, sin mirar a éste. Sintió una palmada en la espalda.

 

      -¿Amigos, Balduino?

 

      El pelirrojo miró a Anders, de soslayo al principio y a los ojos luego, con una expresión indecisa entre la ira y el afecto.

 

      -Amigos, Anders-convino, devolviéndole la palmada y reconfortado, después de todo, de saber que seguían siéndolo más allá de cualquier diferencia.

 

      Abandonaron juntos las caballerizas y salieron a la oscura noche. Tras subir la escalinata, entraron en Vindsborg, donde todos se preparaban ya para dormir, salvo Adam y Varg. Este último tenía guardia en el torreón. El puesto al pie de la escalinata había sido reemplazado por otro en el interior de Vindsborg, y esa noche haría guardia allí el amargo de Adam.

 

      Balduino y Anders se acostaron también ellos, y no tardaron en quedarse dormidos.

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  • : EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I
  • : ...LA NOVELA FANTÁSTICA QUE, SI FUERA ANIMAL, SERÍA ORNITORRINCO. SU PRIMERA PARTE, PUBLICADA POR ENTREGAS.
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