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17 febrero 2010 3 17 /02 /febrero /2010 17:55

      Dado que en el fondo Gudrun no le atraía, Anders estuvo varios meses vacilante, siempre diciendo que se aliñaría para hacerle una visita y sin cumplir nunca con sus intenciones. Ni en broma hubiera estado dispuesta a reservársela a Balduino, quien por otra parte no parecía interesado en mujeres. Pero ahora que estaba haciéndose amigo del pelirrojo, y pensando que tal vez ya era hora de que éste se tomara un tiempo para descubrir que había otras cosas en la vida aparte de las armas y los deberes con los que él tan meticulosamente se esforzaba en cumplir, Anders estaba dispuesto a renunciar definitivamente a Gudrun.

 

      -Mira, Balduino-le dijo en tono confidencial, rodeándole los hombros con su brazo en un gesto harto confianzudo-: dice una leyenda súndara que, al comienzo de las Edades, había una raza cuyos individuos  tenían ambos sexos en su cuerpo. También nos dice que había otras dos razas, una sólo masculina y otra femenina, pero eso no viene al caso. Cuenta la leyenda que Dziark, el dios de los súndaros, alzó su espada y hendió a cada individuo en dos; de modo que aquella raza que tenía dos sexos quedó dividida en una mitad femenina y otra mitad masculina. Por eso, sigue diciendo la leyenda, los hombres y las mujeres buscan tanto antes de decidirse por una pareja: extrañan y anhelan a la que alguna vez fue su otra mitad, la única que encaja perfectamente con ellas. La tuya te aguarda en alguna parte; ¿qué tal si empiezas a buscarla?

 

      -Leyendas-gruñó Balduino-. Muy linda por cierto. Yo también tengo una historia para contarte, aunque mucho menos romántica. Termina en cuarenta puñaladas.

 

      -Ay, hombre-gimió Anders, en gesto atribulado-. ¿Vas a juzgar tus posibilidades de éxito midiéndolas con el matrimonio de Lambert a modo de vara? Qué perspectivas más amargas. Escucha...

 

      Pero no llegó a decir nada más. En ese momento Hundi, quien hacía guardia junto al camino, se puso a gritar como loco:

 

      -¡Un jinete, señor Cabellos de Fuego, un jinete se acerca desde el Este, un jinete...!

 

      Balduino, sin pérdida de tiempo, montó sobre Svartwulk y partió al encuentro del jinete. Resultó ser, en efecto, un mensajero, y uno que hizo grandes esfuerzos por esquivar a Balduino, a quien tomó por un forajido y a quien tratando de perderlo por el trayecto arrastró literalmente hacia los bosques, antes de volver como pudo a la ruta que llevaba a Helmberg.

 

      Mientras todo esto tenía lugar, Anders se había quedado meneando la cabeza. Vaya miedoso resultó ser este pecoso si de mujeres se trata, pensó, en el momento en que Balduino montaba e iba tras el mensajero. Entonces se acordó de Kurt, quien seguía allí, pensando sin duda cómo volver a la carga.

 

      -Kurt... Ven aquí un minuto, por favor-le dijo. El criador de renos se le acercó, dócil y ya unido por cierta complicidad; pero no fue el único. Hansi se sintió aludido, y se acercó-. Enano, ¿no tienes nada que hacer por ahí?... Porque, si no te has dado cuenta, es a Kurt aquien llamé.

 

      -Ah-dijo Hansi; pero se quedó allí, andando de un pie en otro, mientras Anders y Kurt cuchicheaban en aire tan conspirador que se hubiera dicho que eran dos más en el grupo de convictos, y que tramaban fugarse.

 

      Luego de un rato, se vio regresar a Balduino hecho una furia, seguido por el mensajero, ambos en sus respectivas monturas. El joven correo de postas lloriqueaba quién sabía qué en tono insoportablemente plañidero.

 

      -¡CÁLLATE LA BOCA!-rugió Balduino-. Me importa un rábano la prisa que lleves. Si yo pude esperar todo este tiempo por un mensajero, tú puedes perfectamente aguardar unos minutos a que agregue unas líneas a lo ya escrito. No te aflijas-añadió, más compasivo; porque el aspecto fornido del mensajero resultaba engañoso. Era un adolescente que por lo visto de estaba iniciando en su oficio-. Mejor que los mensajes lleguen un poco demorados, a que no lleguen. Ten en cuenta todos los desvíos que hiciste para esquivarme. Exagera el número de esos desvíos, y todos entenderán que los Landskveisunger te obliguen a demorarte un poco.

 

      Y así diciendo, subió rápidamente la escalinata de Vindsborg, seguido del mensajero.

 

       Hansi fue corriendo detrás de Balduino.

 

       -¿A dónde crees que vas, mocoso?-susurró Anders, tratando infructuosamente de detenerlo-. Si repites tan sólo media palabra de lo que has oído...

 

      Hansi, en efecto, tenía la costumbre de fisgonear lo que hacían y decían los demás y contárselo a Balduino, si se trataba de algo indebido. Como ya lo conocían, todos se cuidaban de no hablar de más en su presencia; pero Anders, no pudiendo sacárselo de encima, tuvo finalmente que incluirlo como cómplice en su diálogo con Kurt a fin de asegurarse su silencio. Había que ver si la medida era exitosa.

 

      Así que, cuando Balduino se sentó a agregar algunas líneas adicionales al mensaje que ya tenía preparado, descubrió asombrado que  frente a él se hallaban, no sólo el mensajero, sino también Hansi y Anders. La mirada que éste dirigía al niño prometía estrangularlo en cuanto hablara de más, pero Balduino estaba demasiado ocupado para notarlo.

 

      -¿Sabes escribir, señor Cabellos de Fuego?-preguntó Hansi.

 

      -¡Por supuesto que sé!-exclamó Balduino, mojando la pluma en la tinta.

 

      -Ni sabía. Como ni hablas bien...

 

      -¿Qué quieres decir?

 

      Mejor que explicar es mostrar; de modo que Hansi, allí nomás, hizo una imitación exacta del habla de Balduino. Este lo miró como disputándole a Anders el derecho de estrangularlo. Lo que, según Hansi, era no hablar bien, eran en realidad el dialecto, los modismos y la tonada de Rabenland; el Bersik correctamente hablado, según Balduino, aunque allí en Freyrstrande (y en general en Andrusia) todos los demás discreparan sin pensarlo mucho.

 

      Anders lanzó una carcajada, y también el mensajero bajó la cabeza para ocultar una sonrisa. Hansi, sin embargo, miraba a Balduino en gesto obstinado.

 

      -¡Si es cierto!-insistió; y al fin sonrió él también, pero más contagiado por la imparable carcajada de Anders que otra cosa.

 

      Que vengan después a decir que la Matanza de los inocentes hace de Herodes un malvado, pensó Balduino. Pero prefirió no perder más tiempo y hacer lo que tenía que hacer; así que escribió las líneas que tenía que agregar, que fueron bastantes; y por último aplicó polvos secantes sobre la tinta, enrolló el mensaje y se lo entregó al muchacho del correo de postas.

 

      -Toma. Y más vale que en lo sucesivo, tú y tus cofrades os detengáis aquí para cerciorarse de que no tenga mensajes que despachar. Repite la consigna, o te busco y te rompo el pescuezo-gruñó-. Vamos, desaparece.

 

      -¿Puedo retirarme, señor?-preguntó nerviosamente el mensajero.

 

      -Sí, sí, ¿qué acabo de decir?... Ve con Dios, ve con Dios-contestó impaciente Balduino, incorporándose.

 

      El mensajero hincó ceremoniosamente rodilla en tierra, para desesperación de Balduino, quien no entendió tanto protocolo en alguien que decía estar apurado por partir; luego dio media vuelta, bajó a toda prisa la escalinata y, montando su caballo, partió al galope.

 

      -Qué pesado, ¿qué pasa con el servicio de postas?-exclamó Balduino, quien había bajado también junto con Anders y Hansi, y lo veía alejarse hacia el Este-. O no consigues que vengan a ti, o si lo consigues, no puedes sacártelos de encima.

 

      -Disculpa, pero tú también eres único-objetó Anders-. Con todos los días que tuviste para agregar cualquier cosa que te hubiera quedado en el tintero, ¿recién te acuerdas ahora de terminar de escribir?

 

       -¡No me acuerdo recién ahora, no me acuerdo recién ahora!...-rezongó Balduino-. Lo que ocurre es que le pregunté al mensajero, cosa lógica, cómo va la guerra. Y me dijo que en Drakenstadt están desesperados porque no pueden rescatar a las dotaciones de dos fortalezas que hay a la entrada del Hrodsfjorde. Se me ocurrió una idea para hacerlo. No sé si sería viable, pero tal vez lo sea, en cuyo caso de alguna forma debo comunicársela al Gran Maestre o a quien sea, ¿no? Que el señor Eyjolvson decida, entonces, si esa idea puede ponerse en práctica. 

 

      Ulvgang había estado sobre ascuas desde la llegada de aquel correo, porque sabía que el primer paso para lograr por vías legales la libertad de Tarian era despachar el mensaje escrito por Balduino; de modo que en cuanto éste se puso a trabajar con los demás, decidió abordarlo. El pelirrojo se adelantó a su pregunta:

 

      -El mensaje está en camino, aunque este mensajero iba hacia el Este. Le entregará el mensaje a otro correo que vaya en dirección opuesta y con quien se cruce por el camino. Ahora todo es cuestión de tiempo y de suerte-informó; y Ulvgang suspiró aliviado.

 

      Balduino y Anders acomodaban un  tronco en la empalizada cuando Hansi decidió quitarse una duda que lo tenía a maltraer:

 

      -Señor Cabellos de Fuego, si eres un guerrero, ¿para qué necesitas escribir?-inquirió, perplejo.

 

      -Pero Hansi, ¿cómo que para qué necesito escribir?-preguntó Balduino-. Si no sé leer ni escribir no puedo descifrar mensajes interceptados al enemigo, ni enviar misivas a mis superiores si los tuviera lejos y necesitara comunicarles algo. Para un oficial es fundamental leer y escribir, al menos para uno que quiera hacer carrera. Si eres analfabeto, a lo máximo que puedes aspirar es a mandar sobre unos cuantos patanes en un castillo de mala muerte perdido en medio de la nada.

 

     -Por lo tanto, Hansi-intervino Honney, atrózmente irónico-, más vale que aprendas a leer y escribir. Y así, cuando también tú seas guerrero, un día llegarás a mandar sobre convictos peligrosos en una ruina que se caiga a pedazos perdida en medio de la nada. Todo un ejemplo de progreso.

 

      La carcajada fue general, y el propio Balduino, apoyándose sobre el tronco a medio apuntalar, se halló casi llorando de la risa. Tal vez fue entonces cuando descubrió el efecto benéfico de saber reírse de sí mismo. Hansi, sin embargo, estaba serio y pensativo. Jamás había salido de Freyrstrand y, por lo tanto, no tenía con qué comparar a Balduino, salvo los esbirros de Einar. No obstante, en un razonamiento lógico desde su punto de vista, entendía que, si habían enviado sólo a Balduino a proteger Freyrstrand, era porque valía más que todos los hombres de Kvissensborg juntos y era una figura muy gloriosa.

 

      -¿Me enseñas a escribir mi nombre, señor Cabellos de Fuego? En la arena, y yo lo copio, ¿sí?-preguntó Hansi.

 

       De esta manera daba el primer paso en un camino que lo llevaría a convertirse en el mayor cronista de la Andrusia del siglo X.

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  • : EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I
  • : ...LA NOVELA FANTÁSTICA QUE, SI FUERA ANIMAL, SERÍA ORNITORRINCO. SU PRIMERA PARTE, PUBLICADA POR ENTREGAS.
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