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18 marzo 2010 4 18 /03 /marzo /2010 19:45

      El sábado por la tarde ocurrió un hecho que amenazó dar un giro siniestro a la inminente excursión de Balduino y Anders, cuando hacia el crepúsculo retornaron los pescadores. Hansi aguardaba en el malecón a su padre; Balduino y sus hombres aprovechaban las últimas luces del día para continuar con la catapulta.

 

       En eso se escuchó gritar a Hansi, conmocionado:

 

       -¡Señor Cabellos de Fuego! ¡Señor Cabellos de Fuego!

 

      Balduino se sobresaltó, seguro de que el niño estaba en peligro, hasta que lo vio venir corriendo hacia él, trayendo a la rastra, en su mano derecha, un bulto informe.

 

      -Maldito mocoso, vuelve a darme un susto como ése y verás lo que es bueno-gruñó Balduino, cuando tuvo a Hansi frente a él-. ¿Qué ocurre ahora?

 

       -¡Mira!-respondió Hansi, muy excitado, mostrando aquello que traía a la rastra y en torno a lo cual ahora se congregaban los demás.

 

      Aquel amasijo de cuerdas con nudos destrozados no decía mucho a Balduino ni a Anders; pero Gilbert soltó un silbido admirado, y Karl preguntó con preocupación:

 

      -¿Todos están bien, muchacho?-y Hansi asintió.

  

      -¿Puede saberse qué es esto y qué ocurre aquí?-preguntó Balduino.

 

      -Esto es una red de pesca...-precisó Hundi; y añadió, con una chispa malévola en sus taimados ojillos grises:-...destrozada a dentelladas por  Jormungand.

 

      -¿Jorm...?-preguntó Balduino, sintiendo que se le helaba la sangre-. ¿La serpiente marina?

 

      -¡Exacto!

 

       Balduino estaba consternado. Meses sin saber nada de aquel monstruo, ¿y se le ocurría aparecer justo la víspera del día elegido por Anders y él para explorar los canales?

 

      -Será mejor que mañana no salgáis a navegar, señor Cabellos de Fuego...-murmuró Karl, con voz y ojos casi suplicantes, obviamente persuadido de que, si Balduino y Anders se decidían a emprender la aventura programada para el día siguiente, ya podían empezar a llorarlos a ambos.

 

      -Karl, ¿otra vez?...-lo amonestó Thorvald, con expresión sufrida.

 

       Hansi, pensativo, seguía mirando la red semidestrozada, y tardó en asimilar mentalmente las palabras  de Karl.

 

       -¿Navegar?...-preguntó, aún confuso; y de repente, su rostro se iluminó-. ¡UAAAUUU!...-exclamó, en el colmo de su júbilo y admiración-. ¿Saldrás a cazar a Jormungand, señor Cabellos de Fuego? ¿En serio?

 

      -Por supuesto que irá, Hansi-dijo maliciosamente Honney, asestando un codazo a Andrusier, quien se hallaba a su derecha; y girando la cabeza levemente hacia él, guiñó uno de sus fulgurantes ojos verdes.

 

      -El señor Cabellos de Fuego es muy macho y muy valiente-observó Andrusier, con una sonrisa a flor de labios en su fea y mal afeitada carota.

 

      -Bah-dijo Balduino, con muy poco convincente desdén-. Esa Jormungand no puede ser tan peligrosa. Al fin y al cabo, los pescadores se hacen a la mar todos los días, y siempre vuelven sin novedades.

 

      -Ah, eso es cierto-convino Hundi-. Oyes de dos o tres ataques sucesivos de una serpiente marina, y luego no ocurre nada más. Hasta que sucede de nuevo.

 

      -¡Nunca se sabe cuándo puede pasar!, ésa es la verdad-dijo Honney.

 

      -Pero cuando ocurre, difícil que sobreviva alguien-añadió Andrusier.

 

      Los Kveisunger hablaban en apariencia como sólo opinando de un tema como cualquier otro; pero Balduino no creía del todo sincero su aire entre reflexivo e indiferente. Estaba seguro de captar en sus voces y sus miradas detalles imprecisos delatando segundas intenciones inconfesas, y se preguntó qué tramarían.

 

      Anders observaba con creciente espanto el agujero y los nudos destrozados en lo que, alguna vez, había sido una red.

 

      -Señor Cabellos de Fuego, señor Cabellos de Fuego...-reclamaba Hansi, brincando para acaparar la atención de Balduino.

 

      Este salió de su lúgubre ensimismamiento.

 

      -¿Sí?...-preguntó.

 

      Hansi juntó sus manos en gesto de súplica, y preguntó:

 

      -¿Me llevas contigo mañana cuando vayas a cazar a Jormungand?... ¿Sí?...

 

        -¡NO!-bramó Balduino.

 

       -Malo-gruñó Hansi, sombrío.

 

       -Sí, señor, ¡una porquería!... ¡Un mal tipo como no volverá a verse otro!... ¡Pero ni sueñes con venir conmigo! ¡No faltaba más sino que, además de estar pendiente de que no te conviertas en merienda de grifo, deba cuidar de que no seas engullido por una serpiente marina!

 

       En ese momento se acercaron Friedrik, Thomen el Chiflado y los demás pescadores.

 

      -¿Y a ti quién te dijo que te llevaras nuestra red a ninguna parte?-gruñó Friedrik a su hijo.

 

      -Estaba contándonos que... que Jormungand os atacó-dijo Balduino.

 

       -Sí, ¡condenado animal!-rugió Friedrik, iracundo-. Se comió una redada enorme. Un día de pesca arruinado, no volcamos de milagro y encima tendremos que emplear todo el día de mañana en reparar la red como podamos.

 

      Balduino se maravilló del valor de aquellos marinos que, habiendo corrido tan enorme peligro, estaban simplemente indignados por la glotonería del monstruo y fastidiados por el trabajo extra. ¡Y pensar que él debía abstenerse de recordar su expedición del día siguiente para que las rodillas no le temblaran como a un cobarde!

 

      -¿Cómo ocurrió?-preguntó. Pero no deseaba en realidad saberlo; simplemente, en este caso prefería que hablaran los pescadores y no los Kveisunger.

 

       Estos se habían apartado, formando a la distancia, al pie de la escalinata de Vindsborg donde Ulvgang montaba guardia, un corrillo cómplice que a Balduino no gustaba nada. Cada tanto, alguno permanecía con la vista fija en el pelirrojo, sonriendo malignamente.

 

       Los bastardos se dan cuenta de que me muero de miedo, pensó Balduino. Pudo imaginar a Honney, Andrusier y Hundi comentando el hecho con Ulvang y con Gröhelle, quien se había perdido del hecho por estar en el retrete y evidentemente ahora se ponía al tanto del mismo:

 

       -¿Habéis visto cómo empalidecieron nuestros bravos marineros de agua dulce? ¿Eh?

 

       No hizo ninguna gracia a Balduino ni a Anders el minucioso relato de los pescadores, narración espeluznante si las había. Pero al menos al pelirrojo le agradaban todavía menos aquellos bribones regodeados en el miedo de los bisoños navegantes que al día siguiente, tal vez, recibirían en el mar un bautismo en toda regla...  

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Presentación

  • : EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I
  • : ...LA NOVELA FANTÁSTICA QUE, SI FUERA ANIMAL, SERÍA ORNITORRINCO. SU PRIMERA PARTE, PUBLICADA POR ENTREGAS.
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