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23 marzo 2010 2 23 /03 /marzo /2010 16:31

CI

       Dos días más tarde Fray Bartolomeo, sombrío y ceñudo, llegó muy temprano, para hablar con Balduino. Los dos se encerraron en Vindsborg, y todavía estaban reunidos en privado cuando llegó Oivind en su carreta arrastrada por bueyes y acompañado por el joven Osmund. El viejo tenía la nariz más roja que de costumbre; es decir que había bebido bastante más de lo habitual, hecho denunciado además por su andar vacilante y su aliento capaz de marear a un Wurm. Tal vez fue esta circunstancia lo que le impidió advertir qué raro era que toda la dotación de Vindsborg, como por casualidad, se hallase cerca de él, chismorroteando ociosamente sobre temas banales, cuando lo normal era que a esa hora ya estuvieran todos trabajando.

 

      Como siempre, los aldeanos habían traído cosas para trocar por otras inconseguibles en Freyrstrand. Oivind y Osmund las fueron cargando en la carreta mientras Anders especificaba los productos requeridos a cambio. Ya habían terminado y estaban a punto de partir cuando Adler, con expresión misteriosa en su rostro narigudo y salpicado de cicatrices de viruela, alzó una mano:

 

      -Espera, que creo que el señor Cabellos de Fuego te tiene un encargo especial.

 

      -No, ni hablar. Este viejo no sirve para esas cosas-intervino Hundi, sonriendo más maliciosamente que nunca; y añadió, dirigiéndose a Oivind:-. Podéis iros.

 

       -No sé, a mí me parece que el más indicado es Oivind-dijo Karl. 

 

      -Ya hablamos del asunto, ¿no? Balduino fue lo bastante claro, creo-terció Thorvald.

 

     -¿Y qué perdemos con preguntarle al mismo Oivind?-inquirió Anders.

 

      -¿A este viejo ladrón?-preguntó burlonamente Hundi.

 

      -Creo que Oivind es la persona adecuada-dijo Lambert.

 

       -¡Ridículo!...-exclamó desdeñosamente Gröhelle-. Este viejo no encontraría ni la punta de su nariz.

 

       -Que no parta sin hablar antes con Balduino-opinó Anders.

 

      -¡Que se vaya y que no pierda tiempo!...-exclamó Gröhelle.

 

       Este fue sólo el preámbulo. Todo el mundo se puso a discutir a la vez, unos denostando las habilidades de Oivind, otros elogiándolas. El viejo, al verse convertido en dentro de semejante polémica y sin entender la razón, miraba alternativamente para todos lados según la persona que hablara en el momento, intrigadísimo.

 

       -¿Cómo? ¿Qué? ¿De qué estáis hablando?-preguntaba.

 

      -De que tú eres el único que puede lograrlo-respondió Adler.

 

       -Lograr ¿qué?-preguntó el viejo, al borde de la exasperación.

 

       -¿Qué tal si dejamos de perder nuestro tiempo? ¡Si este viejo es un inútil y un vulgar ladrón!-sentenció lapidariamente Gröhelle.

 

       Oivind empezaba a fastidiarse de que una parte de los presentes hablara de él con tanto desdén y para colmo sobre un asunto del que ni sabía de qué se trataba.

 

      -Freyrstrand sobrevive sólo gracias a Oivind-alegó Anders con firmeza-. El conoce los mercados de Vallasköpping como la palma de su mano. No encierran ningún secreto para él, ¿no es así, Oivind?

 

      -¡Por supuesto!-exclamó el viejo, como si una simple insinuación en contrario fuera para él denigrante.

 

      -El problema es que este viejo borrachín ni la palma de su mano conoce...-observó Gröhelle, irónico.

 

      -¡Me estáis hartando!-exclamó Oivind, entre la curiosidad y la rabia.

      -Ahí sale Balduino-dijo Anders.

 

      Efectivamente, se había abierto la puerta de Vindsborg, señal de que la entrevista entre Fray Bartolomeo y el pelirrojo llegaba a su fin. El cura bajó por la escalinata y fue en dirección a su asno, que lo aguardaba a cierta distancia. Al pasar junto al grupo, saludó a todos con una inclinación de cabeza; e iba a seguir su camino, cuando miró con más detenemiento y advirtió la nariz roja de Oivind.

 

       -¿A estas horas... y ya borracho? ¡Lindo ejemplo le das a Osmund!-gruñó.

 

        -Es fundamental que entendáis algo, hermanito-balbuceó torpemente el amonestado.

 

      -¡Oh, cállate!-exclamó Fray Bartolomeo-. Al menos cambia de prólogo. Ni que hubiera algo esencial en tus herejías de ebrio; eres todavía peor que aquél otro-señaló con el pulgar a Balduino, quien se hallaba a sus espaldas; y sin decir nada más, montó en su burro y partió.

 

      -¿Qué pasa?-preguntó Balduino, notando que todos lo observaban.

 

       -Pensamos que tal vez querrías aprovechar para preguntarle a Oivind si puede averiguarte eso-contestó Anders.

  

       -Ya hablamos de eso. Aunque pudiera, ¿qué?... No tengo dinero para malgastar en simples pesquisas-respondió Balduino.

 

       -¿Por qué, señor Cabellos de Fuego, qué necesitáis?-preguntó Oivind, a quien la curiosidad consumía de a poco.

 

      -No importa, no podría pagarte por tus indagaciones-contestó Balduino, desechando el asunto con un gesto de su diestra.

 

 

       -Deja que yo me encargue, señor Cabellos de Fuego-propuso Hundi-. Te averiguaré eso mucho mejor que este viejo rata, más rápido y sin cobrarte nada. Lo haré como un favor. Si quieres resultados, recurre siempre a gente de trabajo y con experiencia; no a borrachos haraganes que ni dónde están parados saben...

 

      -¡Borracho... Hagarán!-estalló Oivind, atragantado casi de furia-. Señor Cabellos de Fuego, ¡exijo que me concedáis la oportunidad de demostrar que se me acusa por ignorancia! Decidme qué necesitáis saber, y os lo averiguaré. Y lo haré gratis-recalcó-. Claro que, si hubiera algún regalito para el viejo y trabajador Oivind...-añadió, con la mirada suplicante del perro que busca congraciarse con el amo que se dispone a apalearlo.

 

      -Necesito que, con mucha astucia, averigües en los mercados todo lo que puedas acerca de pigmentos-explicó Balduino-. Nunca dudé de que eras el más adecuado para esto-lo aduló-; el problema es que será un trabajo arduo y no podré pagártelo debidamente.

 

      -Señor Cabellos de Fuego, qué ganas tienes de perder tu tiempo-dijo Hundi-. Oivind no tiene la capacidad, no podrá hacerlo.

 

      -¡PODRÉ!-bramó Oivind, colérico; y ya más calmo, se volvió de nuevo hacia Balduino-. ¿Qué clase de pigmentos, señor Cabellos de Fuego?

 

       Mientras Balduino se explayaba en su respuesta, con Oivind oyéndolo muy atentamente, los demás intercambiaron sonrisas cómplices. No había sido mala idea ésa de simular un debate sobre las habilidades de Oivind frente a éste, a fin de henchirlo de curiosidad y acicatear su orgullo, de manera que terminase aceptando un encargo gratis con tal de demostrar de qué era capaz. De otra forma, por la simple pesquisa habría pretendido cobrar un ojo de la cara.

 

      -Tomará tiempo, señor Cabellos de Fuego, pero os lo averiguaré todo-prometió Oivind, ocupando su sitio en la carreta junto a Osmund-. Y no olvidéis: si hubiera algún regalito para el pobre y viejo Oivind, siempre tan afanoso...-añadió con mirada pedigüeña.

 

      -Sí, sí... Habrá regalito, habrá regalito-contestó Balduino. En ese momento su mirada se cruzó con la de Osmund, y guiñó un ojo al chico, quien sonrió con timidez-. Y averíguame el precio del barril de aquavit, ¿eh?

 

       Oivind y Osmund partieron en la carreta arrastrada por bueyes. Cada tanto, se veía al niño tomar las riendas para enderezar un rumbo excesivamente sinuoso.

 

       -Bueno, a ver qué tal nos ha ido con la catapulta-dijo Balduino a sus hombres.

 

      Todos se congregaron en torno a la flamante y primera máquina de guerra construida por ellos mismos, e hicieron tres disparos de prueba. El alcance era más o menos el requerido pero, por algún defecto de construcción, el tiro salía chanfleado.

 

       -Tanto trabajo para nada-se lamentó Anders, desanimado.

 

       -No te preocupes. O nos servirá así como está, o no nos servirá aunque el tiro salga disparado en línea recta. Lo que cuenta es hacer impacto en el blanco-contestó Balduino.

 

       -¡Justamente!-exclamó Anders-. Ya es difícil hacer blanco con una que dispare en línea recta; con ésta...

 

      -Si todo saliera como está planeado, lo que depende mucho del azar, aun sin apuntar haríamos blanco.

 

       Esta nueva aseveración del pelirrojo dejó boquiabierto e incrédulo a Anders.

 

      -Balduino, empiezo a pensar que, a tu lado, Oivind se veía sobrio-dijo-. En Drakenstadt y Ramtala tenían dificultades para atinarles a los Wurms; ¿y tú esperas acertarles sin apuntar?

 

       -Los Wurms por ahora se creen omnipotentes e invencibles. Su formación de ataque, si así la podemos llamar, obedece a esta premisa. Vienen muy separados unos de otros, y en pequeñas cantidades cada vez. Ponte en lugar de ellos. Eres invulnerable, incencible y todopoderoso, o así te sientes. Vas tú solo a enfrentarte a todo un ejército, jactancioso y desafiante. Ahora imagina que de repente perdieras todo tu poder, y que de golpe no te sientes diferente del resto de los mortales. Ante ese enemigo que antes te parecía tan desdeñable y al que creías poder vencer tú solo, buscarías ahora, para sentirte más tranquilo, la protección del número, estar codo con codo con tus semejantes... En especial si, como los Wurms, te hiciste odiar y tienes motivos para temer venganzas. El miedo siempre nos hace buscar la compañía protectora de nuestros iguales. pero esto puede traer problemas y ser más bien una desventaja. En medio de una masa compacta, tus movimientos estarán supeditados a los de esa masa y entorpecidos por ella. Ahora bien, una catapulta, arma que demora tiempo en ser cargada y es difícil de maniobrar, tiene en Drakenstadt y en Ramtala sólo relativa eficacia contra un Wurm que viene muy separado de sus semejantes y puede esquivar el tiro. Por otra parte, el disparo pierde fuerza en relación a la distancia, y en Drakenstadt y Ramtala disparan contra los Wurms cuando éstos aún están lejos. Suponiendo, sin embargo, que lográramos que lleguen aquí transidos de miedo o poco menos, buscarían la protección del número, lo que sería su error fatal. Sin suficiente espacio para maniobrar, demasiado juntos unos de otros, ofrecerían un blanco perfecto aun sin apuntar; y nuestros disparos harían estragos entre ellos, porque les dispararíamos de cerca. Aunque no lográramos matarlos, les romperíamos huesos, lesionaríamos sus enormes cuerpos, los dejaríamos maltrechos. En resumen: una catapulta que disparara en línea recta sería tal vez lo ideal, pero ya que ésta no lo hace, veámosle el lado positivo y a otra cosa. No es un rotundo fracaso, si bien nos conviene analizar en qué fallamos para no repetir el error.

 

       -Prestas tanta atención a los detalles-observó admirativamente Gröhelle, volviendo hacia Balduino su rostro tuerto y surcado por cicatrices-, que sería un desperdicio que los Wurms nunca nos atacaran...

 

       -¡Oh, por ahora pueden quedarse donde están!-exclamó Balduino, girando en torno a la catapulta para examinarla con atención-. Ya descubriremos en qué metimos la pata aquí.

 

      -¿Qué quería Fray Bartolomeo, señor Cabellos de Fuego?-preguntó Honney.

 

      -Prevenirme. En Kvissensborg hubo un intento de evasión, exitoso a medias. Casi todos los prisioneros fueron muertos mientras intentaban fugarese, pero a dos muy peligrosos, Landskveisunger ambos, no los consiguen hallar. Y si finalmente Einar debiera asumir que ya no les echará mano, es casi seguro que tratará de responsabilizar de la fuga a otro... Es decir, a mí.

 

      -¡Qué lío!...-exclamó Anders-. ¿Y ahora?

 

      -Hay muchas maneras de hacer de un inconveniente una ventaja-sonrió Balduino-. Me veo obligado a tomar el toro por las astas a riesgo de ser arrollado por él, pero estoy en condiciones de derribar al toro. ¿Os acordáis de que Einar pretendía que, a mi regreso luego de mi estadía con los Príncipes Leprosos, compareciese ante él? Bien, ha pasado un tiempo razonable, forzosamente tiene que saber que estoy de vuelta y sin embargo no ha venido a prenderme como al forajido que soy, según sostenía en otro tiempo. Eso significa que ya sabe que no lo soy, o tiene dudas, al menos; suposición reforzada por el hecho de que no se atrevió a averiguar si esos dos Landskveisunger fugitivos están entre nosotros.

 

       -¿Y entonces?-preguntó Snarki.

 

      -Entonces tal vez no desee que la noticia de la fuga llegue a oídos de un Caballero, y menos a oídos de uno al que en otro tiempo hizo apalear y que, por lo tanto, tal vez quiera vengarse de él... Llegó el momento de jugarse el todo por el todo, lo mismo para él que para mí. Un Caballero irá a visitarlo. Jaque... Y a menos que proceda inteligentemente, defendiendo hasta el final que no se trata de un Caballero sino de un forajido, ya es jaque mate.

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Presentación

  • : EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I
  • : ...LA NOVELA FANTÁSTICA QUE, SI FUERA ANIMAL, SERÍA ORNITORRINCO. SU PRIMERA PARTE, PUBLICADA POR ENTREGAS.
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