Overblog
Edit post Seguir este blog Administration + Create my blog
9 enero 2010 6 09 /01 /enero /2010 18:02

      -Y pensar que, según tú, la historia que te conté es oro de mala calidad-suspiró Balduino-. He aquí que tu mercadería son cajones llenos de arena con una superficial capa de granos encima. Ni siquiera me has dicho demasiado de ti mismo: te la pasaste hablando de Thorben.


      -Bueno, él fue una influencia muy importante en mi vida-contestó Ulvgang, sin ofenderse-. Sé que toda la historia suena increíble... Y de la batalla contra el Holmenesheld, Gröhelle y yo jamás le dijimos una sola palabra a nadie; eres el primero en conocerla fuera de nosotros. Así que no puedo culparte si no me crees. Pero ten en cuenta que hay quienes no creen que los Wurms estén atacando el Reino; lo que no necesariamente quiere decir que no sea cierto, como dices que es.


      -Igual ha sido una historia fascinante-aprobó Balduino, sonriendo deleitado en la oscuridad, como un niño que acaba de oír su cuento predilecto-. Pero sigues sin decirme cómo llegaste a Capitán.


      -Ya estaba llegando ahí, señor Cabellos de Fuego; pero no tiene sentido que continúe, si de todos modos no vas a creerme. Y lo que sigue es algo bastante personal y doloroso; me enojaría mucho si no me tomaras en serio.


      -Déjame intentarlo-rogó Balduino-. Si no te creo, prometo disimular.


      Ulvgang lo pensó un poco.


      -Está bien-dijo finalmente-. Como te dije, fuimos tres los que alcanzamos la costa a nado. Llegamos poco más que a una escollera, un islote de mala muerte entre rocas a flor de agua. En esa zona no tendríamos esperanzas de ser rescatados más que por naves de guerra de Drakenstadt, que patrullaban por ahí con cierta frecuencia; pero al menos en mi caso, la sacaría más barata muriendo de hambre y frío en aquel roquedal. Tras doce años de piratear junto a Thorben, mi rostro era demasiado conocido, y mi cabeza tenía precio en Drakenstadt.


      ’El segundo día, sin embargo, una galera Kveisung nos halló, pues estaba escondiéndose de la vista de, precisamente, naves de guerra de Drakenstadt. Entonces empezaron a cobrar sentido, en parte, las palabras de Snack: Rescatados al segundo día, libres antes de los tres años. Aquél era el segundo día; y  entre los Kveisunger, cuando un náufrago es rescatado, se estila que, en agradecimiento, pase a servir  durante tres años al capitán del barco salvador. Pero no me hizo gracia saber de qué barco y qué capitán  se trataba. El barco: el Slaktersreider, tocayo y sucesor de aquel otro que, siete años, había escapado de nuestro  ataque a Nibilshaven por hallarse navegando. El capitán: Bleitzinenauken, el bastardo más sanguinario y traicionero que hayan parido las Islas Andrusias.


      -¿No eras tú también sanguinario?-objetó Balduino.


      -No como él, señor cabellos de Fuego. El se jactaba de no perdonar la vida a nadie, ni aun a aquellos que se rendían para salvar sus vidas. Hay cuatro buenas razones para hacerlo si eres Kveisung. La primera tiene que ver con el negocio: no conviene que haya lucha, porque perderías  hombres, si no mueres tú mismo en combate. Si perdonas las vidas de los que se rinden, éstos dirán a otros que los Kveisunger ceden a la misericordia siempre que se la piden. Entonces las siguientes presas que captures se rendirán sin luchar, te llevarás todo lo que tienen y respetarás sus vidas para que todo siga continuando fácilmente. En cambio, si una nave encuentra el océano  lleno de sangre y cadáveres flotantes, como ocurría luego de un ataque de Bleitzinenauken, su capitán pensará que los Kveisunger somos todos unos carniceros, y si intentamos abordar su nave, él y su tripulación se batirán contra nosotros como fieras, pensando que tal vez es la única forma de salvar sus vidas... La segunda razón tiene que ver con el orgullo. Se siente uno magnífico perdonando a aquellos a quienes podría aplastar como a insectos. La tercera razón es precautoria: siempre existe el riesgo de que te capturen y quieran enviarte a la horca. Pero si demostraste compasión, puede que te la ofrezcan a ti, aunque de muy mala gana. Y la cuarta razón es simple humanidad: ¿para qué matar, no siendo necesario hacerlo?


      -Qué bueno que tengas razones humanitarias, aunque figuren en último lugar-rió Balduino.


      -Sí, soy un verdadero santo-aprobó sarcásticamente Ulvgang-. Bleitzinenauken debía tener una memoria excelente pues, aunque antes sólo nos había visto una vez hacía nueve años, me reconoció ni bien estuvo a bordo del Slaktersreider.


      ’-Vaya, vaya...-dijo, irónico-. ¿Qué tenemos aquí?... El pequeño Zeesteuvenskild, ya más crecido, junto a dos de sus camaradas... debe dar miedo hallarse solo y desamparado en unos peñascos, sin las anchas espaldas de Thorben para poder refugiarse tras ellas, ¿eh?


      ’Lo hubiera estrangulado de buena gana, pero no se hace eso a quien lo acaba de rescatar a uno. Nos recordó que, según las leyes del mar (de las que él, sin embargo, no obedecía ni la mitad) debíamos servirlo durante tres años. Esto fue buena excusa de su parte para intentar humillarnos, encargándonos tareas más dignas de pinches y de grumetes que de Kveisunger fogueados en infinitos combates. Lo preferíamos así. No nos hacía participar en abordajes, y nosotros fingíamos estar resentidos de ello; pero era lo que queríamos, para no tomar parte en sus carnicerías. Pero me costaba no rebelarme, porque Bleitzinenauken adoptó una nueva modalidad, la de hacerse pasar por  Thorben durante los abordajes. Los tripulantes de las naves capturadas, creyendo estar ante el famoso Zeesteuven, célebre por su benevolencia hacia quienes se rendían, entregaban sus armas, y seguidamente Bleitzinenauken ordenaba su exterminio.


      ’Fue a bordo del Slaktersreider que conocí a quien más tarde sería uno de mis hombres más leales, lo que es muy meritorio porque, a su manera, tuvo motivos para no serlo. Hasta el día de hoy lo siento mi amigo, aunque él no me corresponde el sentimiento. En ese entonces era un muchacho algo siniestro, hosco y de pocas palabras. Creo que cargaba con un enorme sufrimiento sobre sus espaldas, pero yo apenas si llegué a entrever en qué consistían más o menos algunos de sus viejos pesares. Igual que Lambert, tenía ojos de un raro color violáceo, pero había en ellos una perturbadora expresión de la que carecen los ojos de Lambert. Daba la impresión de no estar de acuerdo con las atrocidades de Bleitzinenauken, pues era siempre de los últimos en sumarse a las sanguinarias matanzas. Pero una vez que tomaba parte en ellas, lo hacía con tanta dedicación y saña, que uno no sabía qué pensar de él. De cualquier modo, para bien o para mal, era alguien especial. Su nombre era Hans, pero posteriormente se hizo célebre por su apodo: Kehlensneiter.


      -Kehlensneiter...-repitió Balduino, pensativamente, en la oscuridad de la gruta. Una década después de desaparecer de las costas andrusianas, aquel personaje seguía siendo recordado con auténtico horror en los grandes puertos del Norte de Nerdelkrag-. Dicen que fue muy sanguinario. No sé si el hecho de haber sufrido, como dices que sufrió, justifica que...


      -Pues yo menos-interrumpió Ulvgang-. Pero debes entender, primero, que bajo mi mando Kehlensneiter obedeció puntualmente las reglas que rigen a los Kveisunger. Jamás puso un dedo encima a mujeres y niños, y respetó igualmente las vidas de quienes se rendían. De haber sido por él, quizás los hubiese matado a todos; pero creo que cuenta lo que hizo, no lo que deseó hacer. En cuanto a nuestros enemigos, eso eran, enemigos precisamente. Kehlensneiter los mataba con especial crueldad y arrojaba al aire sus cabezas cortadas. Quería ser temido y odiado. Sobre eso, señor Cabellos de Fuego, los Kveisunger carecemos de prohibiciones. Al contrario: conviene ser cruel y malvado con quienes se nos oponen, por las mismas razones que conviene ser clemente con quienes se nos rinden. En segundo lugar, la mente razona; el corazón, por desgracia, no.  Aprendí esto a raíz del episodio que voy a contarte ahora. Para ti, tal vez esto sean sólo palabras: recién empiezas a vivir. Lo aprenderás con los años. De cualquier manera, no importa lo que se diga de Kehlensneiter, sus enemigos son también los míos. Lo defenderé a muerte... Pero vamos al episodio del que te hablaba, el que a mí me transformó en Capitán, y a Hans en Kehlensneiter.


      ’A veces a todos nos llega una racha de mala suerte, y en el Slaktersreider  pasamos por una durante el segundo año que estuve bajo la autoridad de Bleitzinenauken. Se nos habían agotado las provisiones y el oro, y nuestras presas se nos escurrían de un modo u otro. Finalmente, Bleitzinenauken dispuso que nos dirigiéramos a los criaderos de foca de Viskeholme para abastecernos de la necesaria carne para subsistir, pues ya estábamos famélicos. Hacia allí nos dirigíamos, cuando desde la nave alguien distinguió lo que parecía un gran pez, y lo arponeó. Mas pronto hubo dudas respecto a la identidad de la criatura, y se lanzaron redes para subirla a bordo. Para nuestra gran sorpresa, se trataba de una sirena.


      Balduino quedó atónito. El hecho de que Anders le hubiera dicho ya que Tarian Morv Mwyalch era hijo de Ulvgang y de una sirena no menoscababa en lo más mínimo su capacidad de asombro al hallarse en lo que tal vez fueran los umbrales de la historia del desconocido muchacho.


      -Ya sé que suena raro: me dirás que las sirenas llevan largo tiempo desaparecidas-dijo Ulvgang, advirtiendo la perplejidad de Balduino. La verdad era que éste apenas si había oído hablar de las sirenas, sin dar mucho crédito a su existencia hasta que supo de la de Tarian. De que además alguna vez hubieran sido abundantes y ahora estuvieran desaparecidas, ni hablar-. No obstante, era una sirena. El arponero la había herido seriamente, pero estaba viva, y ni bien la vimos nos conmovió a casi todos, pues era de extraña y sorprendente belleza. La tranquilizamos como pudimos y decidimos hacer lo imposible por salvarle la vida. En medio de nuestras tareas nos hacíamos un tiempo para verla, de uno en uno.


       Ulvgang hizo una pausa; luego preguntó:


       -¿Alguna vez has estado enamorado, muchacho?


      -No-repuso Balduino; y recordó lo que Ulvgang había dicho hacía un rato: Los Kveisunger rara vez se enamoran... El que lo hace, es tan pasional para el amor como para lo demás... Los que se enamoran, lo hacen generalmente de mujeres para ellos inalcanzables...


      -Más de la mitad de la tripulación del Slaktersreider se enamoró de aquella sirena. Desesperadamente y sin esperanza-dijo Ulvgang, con un dolor que ni se molestaba en ocultar-. Ya te lo he dicho antes, el corazón no razona. Era cosa terrible ver aquel rostro bello y dulce como un amanecer en mar calmo, y bajar luego la vista hacia aquella cola de pez...

      -¿Tanto repugnaba esa cola?


       -¡No, no!... ¡Era una hermosa cola de pez, cubierta de brillantes escamas verdeazuladas!... ¡Pero viéndola, tus sueños se hacían añicos! ¡Era un amargo recordatorio de que todo el amor del mundo no podría retenerla contigo o permitirte seguirla adonde quiera que fuese!... Más tarde o más temprano, ella volvería a las profundidades, adonde no podrías seguirla... ¿Sabes?, por la mayoría de mis camaradas del Slaktersreider no sentía yo el menor aprecio: casi todos se regodeaban en la matanza sin sentido, tanto como el mismo Bleitzinenauken. Pero te juro, señor Cabellos de Fuego, que ni mil años de prisión o de cepo ni la misma horca hubiesen sido un castigo tan duro para tantos de ellos como lo fue enamorarse de forma tan terrible y con tan poca fortuna. Gröhelle, mucho más prudente que yo, evitó mirarla mucho, y me aconsejó hacer otro tanto; pero no le hice caso. Tenía veintiséis años, y me sentía en la plenitud de mi vigor, y nada más ver aquella princesa de las profundidades me sentía aún más duro y decidido, a diferencia de la mayoría de mis compañeros. Estos languidecían, perdían peso, iban de aquí para allá con la mirada perdida... ¡Hasta se mareaban, señor Cabellos de Fuego! ¡Fue un milagro que por esos días no nos pescara ninguna tempestad, pues hubiéramos ido a parar al fondo del océano!


      -Suena como si esa sirena fuese también ella otra Swummelinbrud, otro demonio capaz de hacer naufragar a los marinos más expertos...


      -¿Un demonio?... ¡No! ¡Era un ángel, un verdadero ángel, la criatura más dulce y  hermosa que pueda concebirse!... ¡Un ángel de cabellos dorados y ojos oblicuos, tan azules y profundos como el mismo océano!... Y aunque su cuerpo era tan perfecto que parecía modelado por un escultor, a todos nos impactó más su rostro. Este tenía orejas puntiagudas y mirada inocente y bondadosa, ¡y esos ojos!... ¡Esos ojos increíbles!... Era un ángel, o el sueño de un ángel... O el llanto de los demonios por el paraíso perdido...


      Resultaba conmovedor para Balduino escuchar a aquel tosco y feroz Kveisung expresarse con tanta pasión y en términos tan poéticos. ¿Sería bueno enamorarse así?... Balduino lo dudaba.


      -Las criaturas del Mundo Bajo las Olas son misteriosas, inescrutables-prosiguió Ulvgan


g-. Nunca supe si ella sabía hablar o no, pero creo que sí sabía, o que hubiera podido aprender, al menos. Supongo que, por alguna razón, no quería hacerlo. Sólo le oí pronunciar dos palabras, una de las cuales fue su nombre: Margyzer. La otra palabra fue mi nombre. Luego de escucharlo de labios de ella, cuando otro lo pronuncia me suena desagradable como un  chirrido de bisagra oxidada o el graznido de un cuervo.


      ’Enamorado como estaba, procuraba no pensar en que algún día ella sanaría y retornaría a su mundo submarino. Por el momento, me interesaba sólo protegerla y deshacerme a puñetazos de posibles competidores. Unos pocos hombres a bordo la miraban con lujuria y sin amor, entre ellos el propio Bleitzinenauken, que durante un tiempo se abstuvo prudentemente de intentar nada contra ella. Otros fueron más audaces, pero entre mi principal rival y yo les enseñamos a trompadas a respetar a Margyzer.


      -¿Y este rival era...?-preguntó Balduino.


      -Hans Karlson-contestó Ulvgang-, el futuro Kehlensneiter. Por esos días, sin proponérnoslo ni hablar de ello entre nosotros, ambos coincidíamos en proteger a Margyzer pero, por lo demás, nos odiábamos a muerte, porque estábamos seguros de que ella aceptaría sólo a uno o a otro, y que nadie más tenía posibilidades. Imaginábamos que, de los dos, escogería al más duro, al más valiente. Cuando parecía que  uno de los dos mataría al otro, las cosas se dieron de manera muy diferente.


      ’A medida que Margyzer iba curándose, Bleitzinenauken la miraba de una forma cada vez más repugnante. Para él, Margyzer era un botín más, y no estaba dispuesto a compartirlo con nadie; pero como te dije, por un tiempo se abstuvo de acercársele. Tal vez le faltara valor, o tal vez esperaba que quedaran menos competidores, no lo sé. El caso es que una noche, algo bebido, trató de tomarla por la fuerza. Ella gritó de tal manera, que pronto toda la tripulación acudió a ver qué sucedía. Bleitzinenauken se incorporó y nos desafió a que tratáramos de detenerlo, algo a lo que la mayoría estaban más que dispuestos, ansiosos casi; pero antes que cualquier otro me adelanté yo. Tras una breve discusión, nos trenzamos a puñetazos. Es una forma de decir: en realidad, lo estaba demoliendo a golpes. Entonces él trató de sacar su cuchillo; pero yo, más rápido, le hundí el mío en su garganta y, cuando aún se hallaba moribundo, lo arrojé por la borda.


      ’-Ahora somos tú y yo, Ulvgang-dijo Hans, adelantándose agresivamente-. Házte a un lado, o pelea. 


      ’Y peleamos. No voy a mentirte, señor Cabellos de Fuego: pude haber ganado, pero perdí por subestimar a Hans, quien luchó como un verdadero demonio. Entonces, luego de vencerme, sacó también su cuchillo. Me hubiese matado allí mismo: yo estaba en el suelo, incapaz de defenderme, porque Hans realmente me había dado una paliza en toda regla, y casi ni sabía cómo me llamaba. Pero Margyzer se arrastró hasta donde yo estaba, y se interpuso entre ambos. Hans le ordenó hacerse a un lado; pero ella no sólo no obedeció, sino que me abrazó y me dio un beso que me elevó por encima de las nubes.


      ’Gröhelle intentó luego describirme la reacción de Hans, pero afirmó no poder hacerlo del todo. Dijo que la cara se le puso de un color verdoso, que la mano que sostenía el cuchillo se abrió sin él quererlo y que soltó el arma sin advertir lo que hacía; que empezó a temblar como un espástico y nos miraba a todos como si fuéramos culpables de causarle un daño irreparable, que él no hubiese esperado de nosotros.


      ’-Ahora eres el nuevo capitán-le dijo Gröhelle; y era lo justo, dado el desarrollo de los acontecimientos.


      ’-Yo no-contestó-. Es Ulvgang-y tras echarnos una última mirada a Margyzer y a mí, repitió:-. Es Ulvgang- y se cubrió el rostro con las manos y, sin dejar de temblar, se retiró a la popa, adonde estuvo solo, sin que nadie lo molestara. Muchos creyeron que no volverían a verlo vivo, que se mataría de un modo u otro. Pero no lo hizo, y supe por qué a la mañana siguiente, cuando me le uní.


      -Raro-opinó Balduino, pensativo-. Kehlensneiter estaba quebrado, según entiendo. ¿Por qué no lo dejaste solo? ¿No es eso lo que se estila entre los Kveisunger?


      -Es que a la mañana siguiente, éramos dos los quebrados; de modo que Hans ocupó un sitio en la popa y yo otro-contestó Ulvgang-. Cada uno por su lado y ambos solos.


      Siguió a estas palabras un silencio muy triste. Fue Balduino el primero en romperlo:


      -¿Se había ido Margyzer?


      -Sí, sin despedirse-contestó Ulvgang-. Pasamos una magnífica noche de amor pero, a la mañana siguiente, ella ya no estaba. Perdí la razón durante un instante. Grité que Hans sin duda la había matado por despecho. Esto no era justo: Hans en ningún momento se había movido de la popa, adonde continuaba tan hecho pedazos de dolor como antes, cosa que me hicieron ver entre todos. Luego acusé a otros. No había rastros de sangre ni ningún otro indicio de asesinato. También me lo hicieron ver. Por último, alguien aseguró haberla visto saltar por la borda. Enloquecido como me encontraba, primero estuve a punto de liquidar a ese hombre por no haberme avisado cuando la vio irse; y luego traté de saltar tras ella, gritando su nombre...


      Se detuvo, incapaz de continuar. Balduino comprendió que todos los detalles ulteriores de la historia carecían de importancia.


      -Entonces fue por eso que Kehlensneiter no se mató-dedujo-. Se dio cuenta de que, sin importar a quién hubiera elegido Margyzer, tú la perderías tanto como la había perdido él, ¿no?


      -Así es.


      -Y Kehlensneiter te reconoció siempre como capitán y te guardó lealtad. Lo hizo porque en cierto modo se sintió hermanado contigo, ¿no? 


      -Creo que sí, señor Cabellos de Fuego. Creo que se dio cuenta de que ya no tenía motivos para odiarme, y que compartíamos el mismo dolor, la misma pérdida. Al poco tiempo empezó a manifestarse en él esa crueldad suya que lo hizo tan famoso. Imagino que deseaba mitigar su propia angustia dañando a otros y sembrando espanto. De cualquier forma, nada tengo que reprocharle. Me fue fiel incluso durante el motín que años más tarde encabezaron Honney y su compinche Mälermann contra mí.


      -Vaya... Honney te traicionó, ¿y lo dejaste vivo?


      -Se amotinó contra mí, no me traicionó. No es lo mismo, por lo menos no en este caso. Honney Mälermann venían desafiando abiertamente mi autoridad y decían que era hora de que otro tomara el mando; verlos liderando el motín no fue sorpresa para mí. Así que a ellos les perdoné la vida; pero mejor ni preguntes qué hice con todos y cada uno de sus seguidores. No te daré detalles, pero te aseguro que murieron chillando y sufriendo como los cerdos que eran; porque ellos sí, fingiendo serme fieles, se pusieron de parte de los cabecillas de la revuelta. Al menos Honney Mälermann demostraron cierto coraje, y eso merecía alguna consideración. Luego de ver a sus cómplices retorciéndose como cochinos en su agonía, te aseguro que no les quedaron ganas de armas motines ni de plegarse a alguno, ni a ellos ni a nadie más. Por otra parte, no volvería a ser tan compasivo con Honney Mälermann. Pero lo que importa es que Kehlensneiter fue el primero en ponerse de mi lado para sofocar el motín; creo que ni Gröhelle se movió tan célere como él. 


     

Compartir este post
Repost0

Comentarios

Presentación

  • : EL SEÑOR CABELLOS DE FUEGO I
  • : ...LA NOVELA FANTÁSTICA QUE, SI FUERA ANIMAL, SERÍA ORNITORRINCO. SU PRIMERA PARTE, PUBLICADA POR ENTREGAS.
  • Contacto

Texto Libre

<td width="44" align="left"><a href="http://www.argentino.com.ar/" rel="nofollow" target="_blank"><img alt="argentino.com.ar" width="43" height="40" border="0"></a></td>

   <td><a href="http://www.argentino.com.ar/" title="directorio argentino" rel="nofollow" style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:10px;color:#1E4F81;text-decoration:none;line-height:12px" target="_blank">estamos en<br><span style="font-family:Verdana, Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:13px"><strong>Argentino</strong>.com.ar</span></a><br>
     <div style="margin-top:2px;margin-bottom:3px"><a href="http://www.argentino.com.ar/" title="directorio argentino" style="font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;font-size:10px;color:#999999;text-decoration:none;line-height:10px" target="_blank">directorio argentino</a></div></td>
    </tr>
   </table>
 </td>
  </tr>
</table>

<iframe src="http://www.thob.org/barra.php?blog=fch7qg3kmpd9w5nv" name="voto" id="voto" width="55" height="200" scrolling="no" frameborder="0" framespacing="0" border="0"></iframe>

Enlaces